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miércoles, 1 de junio de 2011

Los lentes de Camila

Siempre pensaba qué era lo que le veía de
maravilloso Camila a la vida.


Todavía recuerdo la primera vez que me peleé a golpes con alguien. Fue hace muchos años, con una niñita de mi primaria que se llamaba Camila.
Era la clásica niña que era amiga de todas, siempre tenía la estrellita en la frente, sus cuadernos tapizados de sellitos que decían "EXCELENTE TRABAJO!" y aunque eramos pequeños y no sabíamos nada del amor, todos los niños decían estar enamorados de ella.

Tenía los ojos mas verdes que jamás haya visto y el cabello color chocolate, ¿y qué decir de sus pecas? Si, Camila era a pesar de su corta edad, despampanante.
Recuerdo también que siempre iba muy arreglada a la escuela. Siempre llena de accesorios pero lo que siempre traía consigo eran unos hermosos lentes de sol muy coloridos.

La recuerdo tan bien, siempre sonriente, hablando de lo bonita que era la vida.
Era imposible no quererla pero ¿para qué mentir? ¡Moría de envidia! Hasta su nombre era bonito y fuera de lo normal. En ese tiempo, en mi salon había como 5 niñas mas con mi nombre (Alejandra) y no quiero pensar cuantas había en toda la escuela.

Siempre pensaba qué era lo que le veía de maravilloso Camila a la vida.
Hasta llegué a pensar que vivía en un palacio lleno de dulces y juguetes de lo feliz que era ella.

Un día de verano, Camila llegó como de costumbre, usando los bonitos lentes de sol tan oscuros que no se veían sus ojos color "moco" (como decíamos en ese entonces todas las niñas que la envidiábamos).

En el recreo me animé y fui con una actitud decidida hacia ella. Le pedí que me diera sus lentes, a lo que ella contestó que no podía prestárselos a nadie. Por más que insistiera no cambiaba su respuesta.
En realidad no sé en qué punto de sólo estirar mi brazo para tomarlos desde su rostro ya estaba sobre ella, las dos gritando y jalándonos el cabello.
No pasó mucho tiempo cuando los lentes ya se encontraban en mis manos y salí corriendo lejos de Camila que estaba a su vez parándose del suelo gritando el nombre de nuestra maestra.

Me escondí detrás de un resbaladero y me puse rápidamente las gafas.
Miraba detenidamente para todos lados, mis compañeros, el suelo, mis manos, el cielo. Estaba esperando ver algo distinto cuando algo me jalo por el brazo llevándome a rastras a la dirección.

Era mi maestra, que tenía una cara de enojo peor que la que ponía al no hacerle caso.
Una vez estando ya en la oficina del director, me preguntaron el por qué lo había hecho si no era una niña problemática.

Tengo el recuerdo de que lloré todo un mar pidiendo disculpas.
Y les expliqué que lo único que yo quería era ver el mundo a través de los ojos de Camila.



2 comentarios:

  1. HAHAHAHHA larissa por un momento pense que mas que una historia era una anecdota tuya! muy padre tu blog felicidades!

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  2. ¿Y si te dijera que conozco a una Camila que concuerda a la perfección con lo que has escrito?

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