Tenia que poner esta historia en papel.
Por ti, por mí.
– No entiendo, Sara ¿Qué hacemos aquí o qué estamos buscando?
– ¿Bromeas? ¿no reconoces este sitio?
– Claro que lo reconozco, es sólo que no entie...
– Shh, calla ¿escuchaste eso?
– ¿Qué cosa?
– Era él, lo sé. Era su voz
– ¿Qué? ¿Quién? Sara , ¿qué pasa?
Comencé a caminar alrededor de aquel cuarto húmedo y con olor a abandonado tratando de encontrarlo, había soñado yendo a ese lugar todo el mes pasado. Caminaba en círculos y me tope con la mirada de mi amiga, estaba parada justo donde se metía un rayo grueso de luz de luna entre el techo despedazado.
– Sara me estas asustando.
Mire sus ojos ¿cómo explicarle algo que ni yo entendía?
– Espera, tienes que esperar por favor. Eres mi amiga ¿cierto?
– Sí, Sara. Claro que lo soy pero...
– Entonces confía en mi. Esto es importante, se trata de él.
– Pero Sara, él ya no esta… ¿Qué pasa? Creí que ya estabas mejor.
¿Qué explicación podía darle? Si nunca nadie había entendido.
Sí, él ya no estaba conmigo pero eso no quitaba el hecho de que continuaba aquí, ¿cierto?
En ese lugar no sentía extrañarlo. Al contrario, era como haberlo recuperado.
Un crujido rompió el silencio; fue algo fuerte pero seco. No tuve miedo, sabía que todo saldría bien.
– Vámonos ya por favor.
– Tú vete, yo me quedo.
Me pidió con sus ojos grandes que fuera con ella pero la ignoré.
Se marchó.
Cómo te hecho de menos… Quisiera que algo hubiera quedado de nosotros. De ti. Que no te hubieras llevado lo mejor de mí.
El viento sopló tanto que me hizo pegarme a la pared sólo para que la mezcla de cenizas y polvo no entrara a mis ojos.
Deje resbalar mi cuerpo de la pared al suelo y entonces la vi. Era nuestra foto, donde odiaba como salía mi cabello y donde él se veía como siempre radiante, con sus ojos miel… y otra vez su voz escuché:
– Recuerda que dijiste que sólo llorarías una semana.
No sé si lo alucine, no sé si era él.
Fantasmas, ¿creen en fantasmas? ¿Creen que él sigue aquí? Díganme que sí.
Díganme que no me dejó sola en este mundo donde ya no podré verlo.
Donde por más que intente no podré encontrarlo.
– No te vayas… otra vez – le dije. Pero ya no tuve respuesta.
No sé cómo llegué a mi casa, pero en mi cama, observando aquella fotografía amarillosa recordé que ese día cuando mi cámara capto ese momento platicando él que me preguntó algo que jamás me había imaginado, fue solo unos meses antes del incendio.
– ¿Qué harías si yo me muriera?
– Ya Luis, no juegues con eso.
– No Sara, en serio. De seguro te pondrías bien gordita, con eso de que sólo conmigo sales a correr.
– ¡Já! Pues la verdad lloraría una semana nada mas y luego se me pasaría… Pero ya no hablemos de eso, no me gustan esas preguntas
Me besó.
- No te preocupes, fue simplemente una pregunta tonta, tú y yo jamás no nos separaremos. Es una promesa
De repente caí en cuenta que estaba en mi habitación. Con nuestra fotografía entre mis manos.
Dije una semana y ya va para dos años. Lo siento, no cumplí lo que te dije aquella vez, pero sigo con nuestra promesa.
Muy buenas entradas, muy buen blog, Larissa, si tienes ganas (sólo si tienes ganas) puedes darte una vuelta por el mío.
ResponderEliminarUn saludo.
Humberto.
Que bueno que te gusta! Soy algo nueva en esto y por supuesto que visitaré tu blog! Gracias!
ResponderEliminarMe encanta como escribes Lari! De verdad me llega cada palabra que escribes. Siempre leo tu blog y en serio es lo mejor que he leído me transmites muchos sentimientos a la vez :) Te amoo nunca dejes de escribir. Estas bien guapa.
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