Ojalá nunca regreses para que no
puedas ver el desastre que causaste.
Me esfuerzo por meter la colilla de mi último
cigarrillo en el cenicero lleno.
A duras penas me levanto para cerrar las cortinas
y prohibirle al sol el paso.
Me engaño para creer que el tiempo se detiene
y que en realidad no estoy desperdiciando mis días así.
Me enredo en las sabanas y las pego a mi piel para sentir
esas caricias, ese calor que me falta.
¿Hace cuánto que te fuiste?