Me desperté a mitad de la noche aquél día de verano, algo que se estaba volviendo usual en mi.
-¿Qué hora es?- Tomé el reloj de la mesa de noche mientras entrecerraba mis ojos para ver mejor.
04:23 AM.
Otro día empezado antes.
Volteé del otro lado de la cama y me acerqué al oído de quien me acompañaba.
-Nunca me dejas dormir.
Besé su mejilla.
Acto seguido el joven de cabello castaño abrió los ojos y me miro fijamente.
- Y por qué lo haría? - Su voz era algo ronca, tal cual es la voz de quien acaba de ser levantado- Tú tampoco me dejas dormir.
Le acaricié el cabello pero me quitó la mano.
Realmente detesto que se ponga de mal humor cuando no eh hecho nada.
- Y ahora qué te pasa? – Pregunté
- Nada, es sólo que realmente me enojo cuando no puedo dormir.
Me sorprendió su respuesta.
- Pero si tú me despertaste.
- Perdón pero al menos tú has dormido un poco esta noche, yo ni siquiera eso. No dejo de pensarte.
Se me hizo un nudo en el estómago.
- Ahora me vas a decir que eres tú el afectado, ¿no?
- Pudiste haberme contestado y comprobarlo.
Después de decirme esto desapareció su recuerdo.
Díganme, ¿estoy loca? ¿perdí la cordura por darle mirada, voz y hasta cabello a mi nostalgia?
Hubiera querido llamarlo. Si no lo hice fue porque no encontré mi teléfono.
Horas mas tarde, ya al despertarme por completo vi en la cocina mi celular y con este a las 04:23 AM su llamada perdida